El Simplicismo - La nueva moral – Alberto Bueno Costa
Este curso de 2º de Bachillerato ha sido un curso de grandes
tensiones, grandes dificultades a nivel académico, pero también a nivel
personal, pues, ante tanta tergiversad vital que se nos presenta ante los ojos
día a día, es normal que veamos la vida como una compleja red arácnida de una
vastedad infinita, cuyos supuestos secretos son imposibles de alcanzar,
calentando nuestro cerebro cual horno industrial, sin dejarnos pensar ni
avanzar hacia nuestras metas, que se ven desvanecidas entre la niebla mental de
dicha red.
Pues, es tal la forma en que esta manera de pensar está arraigada
en nosotros, que llegamos a ver a las personas como seres totalmente ajenos a
nosotros, como seres cuyo complejo cerebral llega a ser tan inescrutable, único
y diferente al de todos y cada uno de los demás seres humanos, que nos sería
imposible saber qué piensan los demás, qué objetivo tienen, qué es lo que les
hace feliz o infeliz o simplemente el irrisorio hecho sobre si debería o no
hablar con una persona y entablar una conversación con ella. En resumen, vemos
la vida como un imposible de trabas, una jungla llena de maleza que nos tapa
los ojos e inclusive, las vías respiratorias. Una vida estrangulada.
Pero, ¿por qué pensamos así? Pido al lector que lo que voy a
exponer aquí no es ninguna broma ni ningún capricho de la retórica lingüística
a modo de trabalenguas para burlarme de todo aquél que lea los siguientes
cuatro párrafos. Es una explicación que hay que reflexionar con esfuerzo y
paciencia, pues vamos a estudiar el comportamiento mental del día a día que
hacemos sin pensar ni esforzarnos, pero que en realidad es muy complejo si
reflexionamos sobre ello, para así mostrar por escrito la GRAN dificultad de la
mente.
- En pocas palabras, los
seres humanos tenemos la gran capacidad de pensar más allá del pensamiento en
sí, siendo capaces de pensar lo que puede llegar a pensar otra persona.
- Aun así, no contento, el
ser humano avanza mucho más allá, y piensa lo que puede pensar la otra persona
si esta piensa que nosotros pensamos lo que hemos pensado previamente sobre él
en el primer párrafo. De esta forma, llegamos a pensar que lo que piensa el
otro ya es aquello que nosotros pensamos (pensando que él sabe lo que nosotros
pensamos), la cual cosa nos hace cambiar completamente de pensamiento sobre
este sujeto externo a nosotros, como si éste nos estuviera engañando
mentalmente, creándonos una incómoda duda sobre la complejidad de los
pensamientos del otro sujeto.
- Pero al final de todo
llegamos a una tercera fase de pensamiento, ''ta méta ta métan tes sképsis''
(más allá del más allá del pensamiento), un ''bis plus ultra'' del pensamiento,
camino que se bifurca en dos partes. La primera parte es pensar que todo lo
pensado es más simple, volviendo al primer pensamiento del primer párrafo con
la posibilidad de reiniciar el ciclo de nuevo. La segunda parte es aquella que
piensa triplemente (pienso que él piensa que yo pienso que él piensa que yo pienso
que él piensa lo primero que he pensado).
- De esta manera, el primer
camino vuelve al principio, a comenzar el proceso y el segundo camino le sigue
una segunda bifurcación: la vuelta al proceso primigenio y la cuadruplicación
del pensamiento. Y así ''ad infinitum'', como podemos ver representado en
este simple esquema.:
·Color gris es ‘’Primer retorcimiento’’
(2º párrafo).
·Color azul es ‘’Multi-retorcimiento’’, por
las veces ‘’ad libitum’’ (3º y 4º párrafo).
·Color rosa es ‘’Reinicio o Reset’’ (3º y 4º párrafo).
Con esta retorcida forma
de pensar tan característica del ser humano, que yo llamo ‘’bucle o red del pensamiento
retorcido’’, mostramos la complejidad de un aspecto de la mente humana: el
pensamiento del ser humano sobre el pensamiento de los congéneres de su misma
especie. Un pensamiento que es tan tergiversado que hace que las personas vean
a la demás gente no como personas en si ni como seres humanos, sino como
problemas matemáticos de complejidad extrema cuya solución es inalcanzable,
imposible. Toda esta dificultad no solo aparece en la relación entre personas,
sino en prácticamente toda nuestra experiencia vital diaria (el trabajo, la
toma de decisiones, cuestionarse sobre un objetivo futuro, etc.).
Es por ello que esta forma
de pensar es la que causa frustración personal, el bloqueo en nuestras
actuaciones diarias y el fracaso en la relación con las otras personas de nuestra
misma especie. Problemas que acaecen a partir de nosotros mismos, de nuestra
mente. Esto, gracias a la libertad y a las alas de nuestras mentes, es
imposible de evitar, pero no es imposible parar y dejar de rizar el bucle
vicioso. El hecho de pensar tan retorcidamente, pensar que el mundo es
una red compleja de acciones y pensamientos oscuros y complicados es un error
para nuestro pleno funcionamiento, una enorme traba que nos impide conseguir
nuestro único y universal
objetivo vital, cuya finalidad de la vida es eudemonista: la felicidad.
Antes de explicar el por
qué y el cómo conseguir una experiencia vital gratificante en relación con las
personas (relación imprescindible, pues vivimos en sociedad) y con nuestros
objetivos y trabajo (imprescindibles también, pues nos mueven, nos estimulan y
nos dan algo por lo que vivir y tener esperanza,
elemento vital), explicaremos el porqué de la finalidad eudemonista de nuestra
teoría moral, que desde ahora llamaremos Simplicismo, término que no se debe confundir con Simplismo, pues no
buscamos eliminar o pasar por alto elementos de la realidad para que nuestra vida sea más fácil y
más simple, error cometido por muchos filósofos, sofistas y otros pensadores,
que simplifican la realidad en si para que todo sea más fácil, engañando a la
mente adrede. Nosotros no vamos a engañar a la mente ni vamos a eliminar
elementos de la realidad, sino que vamos a despejar elementos irreales, creados por la mente que se engaña a si misma
inconscientemente, que no hacen nada más que complicar nuestra visión de
todo lo real. En resumen,
a ayudar a la mente, es decir, a nosotros
mismos, a limpiar la red arácnida de imaginación basura que nos nubla y nos impide conseguir
nuestros objetivos y nos frustra vitalmente.
Ahora bien, recapitulando
en el punto en el que nos habíamos quedado previamente, consideramos que la felicidad es el objetivo vital del
ser humano. Muchas de las personas que lean este texto estarán en contra de
lo dicho, pero nosotros, al menos por nuestra parte y tras mucha reflexión, no
encontramos ninguna otra finalidad, ningún otro motor vital que nos mueva, más
que la felicidad.
Mucha gente afirma que
nuestra finalidad vital es la supervivencia y la expansión de la especie, como
animales (biológicamente hablando) que somos. Nosotros, pero, les respondemos
que la supervivencia es el hecho por el cual intentamos por todos los medios extender nuestra vida a causa de que nuestra esperanza, elemento de la mente
que nos otorga la paciencia
irreal, ilógica e inexplicable para esperar que nos llegue la felicidad
tarde o temprano. Por ende, la supervivencia viene a ser el reflejo de la
esperanza y nuestro deseo de obtener la felicidad vital. Lo mismo ocurre con la
expansión de la especie, pues nos da pavor que esta esperanza se pierda con
nuestra muerte, que no se expanda y no la podamos transmitir de
generación en generación (aunque mucha gente ha superado con éxito esta fase de pavor ilógico, que nos afecta a
largo plazo, mientras que la supervivencia nos afecta al día a día, que por
ello es considerada un pavor
lógico y necesario).
¿Por qué decimos pavor
ilógica a la expansión de la especie? Pregunta muy sencillamente respondida por
la afirmación siguiente: la finalidad de la vida, la felicidad, es un hecho totalmente egoísta. Es decir, es una
felicidad para nosotros mismos y para nadie más. Con esto queremos decir que
aunque la felicidad la consigamos por medio de dar felicidad a otras personas,
realmente no buscamos la felicidad ajena, sino que buscamos la nuestra. Sabemos
que suena cruel, pero tras una profunda introspección, la conclusión siempre
será la misma, pues es imposible que hagamos algo que nos de totalmente la
infelicidad (es decir, 0% felicidad) por la felicidad de otras personas.
Verbigracia, un bombero
entra en una casa en llamas para salvar a un crío que se ha quedado
inmovilizado por el pavor
lógico que siente al estar
rodeado por el fuego abrasador. Este bombero se jugará la vida para salvar al
niño y, de hecho, lo salva, pero por desgracia, él se queda atrapado entre el
fuego a causa de la caída de una viga de acero en su espalda, la cual cosa lo
inmoviliza y lo deja encerrado entre las llamas, asfixiándose y quemándose
hasta la muerte. Este hombre, realizando semejante acción heroica ha sido capaz
de dar su vida por la vida de otro. Entonces, ¿diremos que este es un caso en
que la felicidad para este hombre no ha existido o no la ha recibido por el
hecho de haber muerto para ayudar, buscar la felicidad, a otra persona? En
absoluto, pues a él le hacía feliz salvar a otras personas, hacerlas felices,
para él mismo ser feliz, inclusive si él muere, pues morirá felizmente (sin
tener cuenta lo horripilante que puede ser morir abrasado por el fuego). Pero
mentalmente es imposible dar la felicidad sin recibir a cambio
más felicidad, pues sería engañarse a sí mismo, intentar evitar caracterizarnos
por la palabra ‘’egoísmo’’, a la cual mucha gente le tiene pavor ilógico.
En resumen,
hagamos daño o ayudemos a la demás gente o simplemente lo hagamos por y para
nosotros mismos, la felicidad es un elemento egoísta,
necesario, universal, ilógico e irreal, además de ser el único motor de la vida. El elemento que nos
hace seguir viviendo para encontrar la felicidad es la esperanza, elemento mental que
nos otorga paciencia ilógica para seguir esperando a que nos llegue
la felicidad en los momentos más difíciles, la cual cosa explica las ansías de
supervivencia y, en extensión pero no necesariamente, la expansión de la
especie (pues tener un hijo y verlo crecer exitosamente, aunque da felicidad al
hijo en si, la felicidad que le importa al padre es su propia felicidad, la que
le otorga ver a su hijo feliz, pues, en caso contrario, seríamos insensibles,
no como mucha de la gente piensa ilógicamente o por mucho que el padre en
cuestión lo niegue).
Con todo esto no quiero
decir que ahora, sabiendo esto, debamos caer en la inmoralidad y dejar de
buscar la felicidad a los demás por el hecho de que la felicidad es un elemento
100% egoísta. No caigamos en la estupidez metalingüística ni transcribamos
literalmente todo a la realidad, pues hay que saber lo que está bien y lo que está mal.
Muy al contrario a lo que
muchos filósofos han estado ‘’buscando’’ y cuestionándose sobre qué es el bien
y qué es el mal y sobre qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, desde
los universales de Sócrates y Platón hasta las teorías morales de los filósofos
de las últimas centurias, nosotros damos una respuesta breve y clara (aplicando
el Simplicismo), que
muchos pensadores han defendido, tales como Hume, la cual es la siguiente: el bien es todo aquello que haciéndolo y
recibiéndolo nos sintamos felices y el mal es lo contrario. Por ende, hacer el bien es equivalente a dar a las personas o
a otro ser vivo todo aquello que a nosotros nos hace felices mientras que hacer el mal es lo contrario. Esta manera de
concebir y distinguir el bien y el mal la llamamos el Principio del bien y del mal.
Expuesto el encofrado de la teoría del Simplicismo,
expliquemos en si dicha teoría.
El Simplicismo es, como su nombre propiamente indica,
una teoría moral y antropológica que da pie a una conducta humana en la vida
del día a día más simple, más ligera, que despeja todos aquellos elementos
nocivos creados inconscientemente por nuestra mente que nos bloquean de una
manera innecesaria y que impiden que consigamos gozar de una vida plena y feliz, para que podamos ver la
realidad tal y como es, sin simplificar nada a ésta (al contrario que el
Simplismo). Contemplar la realidad tal y como es para dominarla, evitar que
ésta nos domine, para que así nuestros objetivos se cumplan con éxito, nuestras
relaciones personales tengan éxito y de esta manera llegar a la felicidad.
Antes de explicar a fondo
la teoría queremos aclarar que estos elementos nocivos que nos bloquean no son
ni la Metafísica, ni otra rama de la Filosofía o conocimiento que sea
completamente racional. Hay que saber distinguir, como hemos afirmado antes, lo
bueno y lo malo y pensar y crear juicios son elementos necesarios para llegar a
la felicidad y poder estar cultivados mentalmente, aunque no se puedan llegar a
ningún lado con ellos. Otra cosa es que pensar pueda llegar a perjudicar la
felicidad, pensamientos de los cuales el Simplicismo se intenta encargar de despejar y
difuminar. Empecemos, pues.
Relaciones entre
personas
Muchas personas se habrán
preguntado en algún momento de sus vidas si todos los demás seres humanos
‘’sienten’’ igual. El vocablo ‘’sentir’’ hace referencia en este caso a los
sentimientos tanto físicos como los psíquicos o emocionales. ¿Esta chica siente
un pellizco en su brazo al igual que yo? o ¿Esta chica, cuando está enamorada
de alguien, realmente siente el mismo sentimiento que yo cuando me enamoro
igual de intensamente de otra persona; siente realmente de igual manera esa
presión en el pecho de angustia y deseo?
Son cuestiones que, a
priori, parecen ridículas pero en realidad tienen una difícil, por no decir
imposible, solución o respuesta. La explicación de esta dificultad deriva
directamente del hecho por el que nosotros no podemos sentir lo que sienten los
otros (sin tener en cuenta la empatía, pues ésta no es más que un mero efecto espejo de nuestras mentes que al ver una
persona afectada por una sensación, debido a la inducción de experiencias
anteriores similares a la ocurrida, comprendemos lo que le ocurre a tal persona
afectada y lo llegamos a sentir nosotros a causa de una reacción mental
involuntaria). No nos podemos fusionar con la otra gente para sentir lo mismo
que él (¡ojalá se pudiese!) o implantar nuestro cerebro en su sistema nervioso
(al menos la ciencia actual no ha llegado hasta tal extremo).
Visto lo visto, parece que
no podemos saber si sentimos lo mismo o no. Pero, ¿acaso no tenemos todos los
seres humanos la misma estructura fisiológica, metabólica y prácticamente una
idéntica morfología, cuyas pequeñas diferencias son las que nos permite
distinguirnos fácilmente de otros seres vivos? En otras palabras, ¿no cumplimos
todos las mismas funciones de nutrición – relación – reproducción en nuestro
día a día? Normalmente comemos todos por la boca, catabolizamos nuestros alimentos en el estómago, anabolizamos las sustancias de provecho en las
mismas células específicas y excretamos todos por el mismo conducto excretor (a
no ser que tengamos una anomalía poco común, error genético o causado
accidentalmente). Es por ello que, si en este aspecto tan complejo somos
iguales, nuestros componentes biológicos, de los macroscópicos a los más
microscópicos son casi al cien por cien idénticos, es difícil pensar que las sensaciones físicas, varían de
unas personas a otras.
Si siento miedo, ¿no
empezamos a temblar y se nos ponen los pelos de gallina? Si tengo sueño, ¿no se
me empiezan a caer los parpados? Si sufro un corte en la piel, ¿no empiezo a
sangrar y sentir un escozor e hinchazón a causa de la rápida interacción de los
nervios que impulsan la segregación de histaminas por parte de los mastocitos, glóbulos blancos
comunes en todos los seres humanos (salvo los pocos que tienen una grave
inmunodeficiencia)? O cuando me urge acudir al servicio, ¿no siento la misma
presión en las zonas de excreción que otra persona, si esta tiene estas zonas
en las mismas partes que yo?
Es normal pensar que
podemos sentir físicamente diferente a otra persona, pero biológicamente, por
lo que podemos ver, es imposible, pues es tal y como estamos conformados los
seres humanos. Está demostrado objetiva y científicamente y podemos verlo en el
día a día, la cual cosa nos demuestra que creer en que sentimos físicamente diferente a los otros seres humanos es un error, un multi-retocimiento innecesario.
Ahora bien, sentir físicamente no es lo mismo que sentir psíquica o emocionalmente.
La ciencia no ha llegado hasta ese punto para explicar sobre si sentimos el
amor, la amistad, la concepción de lo justo o injusto o incluso el sentimiento
de estar refugiados a gusto en el hogar. Es este hecho el que nos provoca que
veamos la vida de manera tan compleja como hemos explicado al principio de este
texto. Por este hecho tememos entablar conversación con extraños, tenemos
vergüenza de los que no conocemos y creemos que cada persona es muy compleja y
difícil de entender, que son superiores a nosotros.
Esto nos hace
introducirnos en el bucle del
pensamiento retorcido y
retorcer aun más las cosas, cuando en realidad no son así. En este momento, hay
que hacer una pausa de reflexión, una reducción a lo absurdo de todo lo que nos
rodea. No hay que tener miedo a desintegrar todos los pensamientos que nuestra
mente ha ido creando, pues somos tan poderosos mentalmente como lo puede haber
sido Kant o Descartes, solo hay que tener decisión y paciencia, pues es una
cosa realmente necesaria. Hagamos, pues, esta operación:
A lo largo de nuestra vida
habremos seguramente conocido a mucha gente y habremos ‘’inducido’’ muchas experiencias a lo largo de
nuestro recorrido vital. Habremos seguramente experimentado muchas sensaciones
y, lo más importante, habremos visto experimentar muchas sensaciones a otras
personas, viendo como reaccionan y comparando a cada situación y sensación con
las nuestras propias. Habrán, lógicamente, diferencias (uno es más duro
sentimentalmente, otro se emociona más fácilmente, etc.) pero, al fin y al
cabo, y siendo realistas, objetivos y directos, observamos claros paralelismos
entre los sentimientos de las personas y nosotros mismos. ¿O no es verdad que
en años y años de literatura, el amor ha estado presente en prácticamente todas
las obras y, aunque ha sido cambiante a lo largo de los años, su concepción más
pura siempre ha sido la misma, la de una explosión de sentimientos incontables,
cosa incomprensible hasta nuestros días, que nos turba y nos mueve en busca de
la felicidad? ¿No es cierto que cuando lloramos por la pérdida de alguien
sentimos un vacío negro en el centro profundo del pecho, con dificultad de
respirar? Lógicamente cualquier persona nos respondería que si, pues si no, nos
estaría mintiendo.
Es por ello que sin
prejuicio alguno, debemos contemplar todos los datos obtenidos y analizados a
su mínimo, desintegrarlos y contemplarlos lógicamente, para después volverlos a
unir de manera concordante sin formar la liosa red mental que nos bloquea, sin
sentido. Llegaremos, sin duda alguna, a la conclusión que afirma que todo en si
no es tan complicado como parece.
Pero esta explicación, como
podemos observar, es insuficiente para explicar cómo conseguir el objetivo del Simplicismo y dejar aparcado de esta manera dicho
razonamiento sería caer en la falacia y en la enseñanza sin mostrar el ‘’quid
de la cuestión, sin mostrar el porqué y cayendo en el dogmatismo típico de una
doctrina, cosa que queremos evitar a toda costa. Por ello, la explicación
detallada de este proceso es la siguiente:
Debemos desintegrar cada pensamiento
mental a su más mínimo y simple. Esto lo
conseguimos reduciendo cada una de nuestras cavilaciones
mentales más complejas, pensamientos
multi-retorcidos, en sus pensamientos anteriores de los cuales derivan de
forma progresiva. Entonces, desintegramos a su vez los pensamientos obtenidos
con la primera desintegración realizada, y así sucesivamente, hasta obtener una clara imagen del pensamiento
primigenio o pensamientos primigenios por
los cuales se estructuran.
En este punto, observando
el pensamiento primigenio o los pensamientos primigenios, podemos contemplar los sentimientos o emociones que los
han desencadenado (amor, odio, ansias de justicia, lealtad, etc.) diáfanamente,
los cuales no son tan numerosos como la mayoría de personas creen (pues de
nuevo, nuestra mente se auto-engaña adentrándose inconscientemente en el bucle del pensamiento retorcido).
Sabiendo ya los
sentimientos que originan cada pensamiento primigenio, nos encontramos con una
nítida visualización del campo
cerebral o del esquema de pensamientos (llámese como el lector prefiera), sin
dificultad ni complejidad.
Es esta forma de
desintegración mental la cual nos tenemos que apoyar siempre en el día a día, siendo conscientes de
cada parte que conforma un problema o un pensamiento que se nos presente,
intentando visualizar lo más simple de éstos y así poder resolverlos
sencillamente sin tener que caer en un bucle infinito y engañoso que nos bloquea
pensar con lucidez. Pondremos un ejemplo de este proceso en seguida pero
sigamos explicándolo hasta el final. Sigamos, pues, con la explicación:
Al observar cada
sentimiento desencadenante del pensamiento primigenio, mediante el uso de un
buen juicio mental,
descartamos aquellos sentimientos que son irrelevantes o que son nocivos para
nosotros, que nos impiden llegar a la felicidad y a la estabilidad mental.
¿Cómo podemos realizar este proceso de descarte y elección de sentimientos? Muy
simple: aplicando el principio
del bien y del mal anteriormente
explicado.
Al aplicar este principio,
tenemos que sincerarnos máximamente con nosotros mismos, no cabe la falacia en
este tipo de reflexión, pues no serviría de nada. Hay que sincerarse y afirmar
qué es lo que realmente queremos para el bien propio y común y qué es lo que
realmente no queremos, es decir, aquello malo. Si reflexionamos y estamos totalmente seguros que un sentimiento es bueno,
da la felicidad (por decirlo de una manera, es y hace
el bien), entonces es
aquel sentimiento con el que nos tenemos que quedar, conservar en la mente. Si
estamos absolutamente seguros, si no tenemos duda alguna, de que este
sentimiento hace el bien a nosotros y, por consiguiente, creemos ciertamente
que hará el bien a los otros, entonces debemos, sea lo que sea, aceptarlo y
conservarlo en nuestra mente.
Como condición para
aceptar un sentimiento como bueno,
y que el desencadenante de este sea realizado, es necesario, de forma ‘’sine
qua non’’ tener que experimentar ese sentimiento y esa acción consiguiente
personalmente para afirmar con seguridad que realmente es bueno. Es decir, no
podemos considerar algo bueno si no lo hemos experimentado nosotros mismos y haber pasado tras un periodo de
reflexión siguiendo el principio del bien y del mal. En pocas palabras, ‘’si no
lo veo (en este caso, si no lo siento propiamente),
no lo creo’’.
Con estas condiciones
evitamos la falacia, la hipocresía y el auto-engaño mental de muchas
afirmaciones que parecen ciertas y que en realidad no lo son y/o que nos dan a
entender que todas las personas son extremadamente diferentes, con una compleja
red cerebral, única, que les hace sentir totalmente diferente a nosotros, la
cual cosa es craso error. Ejemplos de este tipo de afirmaciones son las que
defienden muchos psicópatas y enfermos mentales, cuyo campo cerebral está tan tergiversado y retorcido que
ya no es capaz de elaborar correctos juicios
mentales, pues no es capaz de aplicar el principio del bien y del mal a
causa de la gran densidad o
carga psíquica de su mente.
Con densidad o carga psíquica
entiéndase la cantidad de pensamientos que una persona tiene en su mente, donde
la carga aumenta a medida que retorcemos más los pensamientos (cuando se
multi-retuerce en grandes cantidades un pensamiento primigenio). Cuanta más
carga psíquica, más inestabilidad vital tiene una persona. Retorcer un
pensamiento puede ser útil para resolver problemas (como problemas matemáticos
o prevenir todas las posibilidades de ataque y defensa en un campo de batalla
antes de un combate entre ejércitos para asegurar lo máximo posible una
victoria), pero puede llegar a desgastar, a causar fatiga, desesperación e
incluso demencia, cosa que provoca la infelicidad, por mucho que se niegue este
hecho. De esta manera, una baja densidad psíquica hace que podamos elaborar buenos juicios mentales y poder aplicar correctamente el principio del bien y del mal.
Frases como ‘’mato porque
me da la felicidad’’ son una falacia, pues el hecho de matar a otra persona es
darle la infelicidad absoluta a ésta, y algo que haga infeliz a una persona nos
hace infelices de igual modo a nosotros. Por lo tanto, siguiendo la condición
que se tiene que aplicar para descubrir si algo es bueno, se tiene que probar
con uno mismo, se tiene que experimentar si la felicidad de matar a alguien se
experimenta con el sujeto mismo, la cual cosa desencadenaría a nuestro suicidio
y la imposibilidad de comprobar si matarnos nos a resultado satisfactorio.
Ahora bien, sabemos de la
existencia de mucha gente que el hecho de herirse a si misma le estimula placer
pero lo que están haciendo éstos en realidad es algo en contra de la vida en
sí, dañarse a si mismos por sentir placer, para ser felices, es dañar el
organismo para conseguir la ‘’felicidad’’. Es decir, buscar el daño o la muerte
es negar la vida, donde la vida es una búsqueda constante de la felicidad,
sobreviviendo para buscar ésta última. Por ello, la gente que defiende esas dos
afirmaciones son aquéllas que, a causa de la elevada carga psíquica, ya no
saben distinguir lo que está bien de lo que está mal, lo que da o no la
felicidad, errando.
Después de haber leído el
anterior párrafo, el lector muy posiblemente habrá discutido mi previa afirmación
argumentando mentalmente que aquellos sentimientos que dan la felicidad son
relativos; que todo es relativo, incluso la felicidad en sí. Pero nosotros le
respondemos que esta forma de focalizar la felicidad, el relativismo absoluto, que no el relativismo puntual o concreto,
es una creación de la mente, la cual, en pleno bucle del pensamiento retorcido,
da una ‘’vuelta de tuerca’’ a lo primeramente pensado, dejándose llevar por la
tergiversada red y auto-bloqueándose, sin dar pie ni siquiera a la posibilidad
de que existen muchas cosas que no son relativas y otras tantas que lo son.
Pues, aplicando el método
simplicista explicado
anteriormente, y siendo máximamente realistas y personalmente sinceros,
observamos que hay cosas relativas y cosas que no lo son, pero que ni todo es relativo ni todo es universal.
Explicando esto último,
decimos que aquellas cosas no
relativas, es decir, los Universales,
son las que respetan el principio
del bien y del mal, las que se pueden, al reducir los pensamientos al
máximo, clasificar (mediante buenos juicios mentales) en buenos o
en malos (en el bien o en el mal), donde esta clasificación es aplicable por igual a todos y cada uno de los seres
humanos, incluidos nosotros mismos. De esta manera, los universales los podemos
clasificar en Sentimientos (o Emociones, como los conceptos
morales de la justicia, el amor, la sabiduría o el concepto puro de belleza) y
en Sensaciones fisiológicas (un dolor de barriga, una resaca, el
sueño, el dolor, el miedo o el hecho de acudir al baño para realizar sus necesidades).
Ahora bien, por la otra
parte tenemos aquellas cosas
relativas, es decir, los Relativos las cuales se pueden ligar con muchos de los universales antes mencionados. Los Relativos se
pueden clasificar también en dos grupos: Intensidades y Gustos
particulares (o Cuestiones de gusto).
Las Intensidades hacen referencia a la fuerza, magnitud
o potencia con la que los Sentimientos o Sensaciones fisiológicas (es decir,
los Universales) se manifiestan en nosotros. La cantidad de histamina
segregada en una zona de la piel afectada por el pinchazo tóxico de una avispa
puede ser mayor o menor, causando una hinchazón más o menos apreciable,
dependiendo de la sensibilidad del sujeto dañado a la toxina incorporada en su
organismo, hecho completamente relativo. Así como al tener un desengaño amoroso
o al morir una persona cercana, el sujeto afectado puede sufrir más o menos
pena, dependiendo de su dureza mental, que también puede ser mayor o menor.
Los Gustos particulares son hechos simples que, al igual que
la Intensidades, nos definen a cada persona por
individual. El hecho que yo considere a una persona bella y a otra no es
una cuestión de gusto, pero la belleza en si (pura) es igual para todo el
mundo, pues si vemos a una persona bella, la belleza está en ella para
nosotros, aunque otra persona no la vea bella, aunque si ve bella a otra
persona, tendrá el mismo sentimiento que yo al ver a la otra persona que yo sí
la considero tal. Que me guste el sabor de una pera y no de una manzana es
también cuestión de gustos particulares.
El carácter de una persona
está definido directamente por sus Gustos particulares e indirectamente por las Intensidades con la que siente sus sentimientos y
sensaciones. Aun así, aplicando de nuevo el método
Simplicista, observamos que, con la experiencia del día a día, muchos de
nuestros gustos difieren en pequeños hechos casi insignificantes, como la lucha
de Wagnerianos contra no Wagnerianos, o el simple hecho de gustar o no el
fútbol, pero nada más allá que trascienda de hechos más allá de lo mundano
(pues la gente que no le gusta la vida es ciertamente falaz, pues entonces, si
realmente no le gustara la vida, se la quitaría en ese preciso instante para
aplacar su gusto y su sufrimiento).
Eso sí, que la mente del
lector no vaya más allá (que seguramente lo ha vuelto a hacer) y piense que
matar o flagelarse por sentir placer, para alcanzar la felicidad, es una
Cuestión de gustos, pues como hemos dicho, toda ‘’felicidad’’ que vaya en
contra de la vida es una falacia, un auto-engaño mental, pues el mantenimiento
vital es (como hemos mencionado previamente) la felicidad prístina, condición
necesaria para conseguir más felicidad, que es el objetivo vital.
Por ende,
podemos afirmar que los Universales son aquellos elementos o
características que nos hacen ser a todos iguales en relación a nuestros Sentimientos y nuestras Sensaciones fisiológicas. Todos tenemos las mismas
sensaciones físicas (dolor, miedo, etc.) y todos sentimos lo mismo (amor,
tristeza, etc.).
Por otra parte, podemos
afirmar que los Relativos son aquellos elementos o
características que nos hacen manifestar ligeras diferencias accidentales en nuestros Universales (pero sin que éstos últimos sean
diferentes de forma trascendente entre cada persona). Estas diferencias
(las Intensidades y los Gustos particulares) actúan
como ‘’accidentes’’ que nos permiten distinguir una
persona de otra.
Por lo tanto, hemos
afirmado que somos iguales,
pero de la misma forma, somos diferentes,
pues son estas diferencias las que nos permiten tener individualidad como seres humanos y como personas en
sí, particulares y únicos, pero siendo exactos a los demás en Sensaciones y Sentimientos,
pues estos son Universales e iguales para todo el mundo.
En resumen, quédese con esta frase el lector: "Todo Universal es Relativo, pero no por ello pierde la esencia de Universal en sí".
En resumen, quédese con esta frase el lector: "Todo Universal es Relativo, pero no por ello pierde la esencia de Universal en sí".
Explicado todo esto
podemos ver más claramente por qué somos todos iguales. Esto es el principio de igualdad, que
afirma que todos manifestamos los mismos Sentimientos y Sensaciones, aunque
estas sean más o menos Intensivas o nos Gusten otras cosas más que otras. Por
lo tanto, teniendo en cuenta que todos los Universales nos caracterizan por
igual, entonces, todo lo que siento, muy probablemente lo haya sentido otra
persona en el pasado, lo esté sintiendo en este momento y lo sientan las
próximas generaciones; de diferente forma tal vez (pues los tiempos cambian
como las modas) pero siempre
las Emociones serán las mismas.
Entonces, llegados a este
punto, podemos sentir un gran peso que se nos quita de encima. Podemos observar
que en realidad, las personas sienten igual que yo y que, por extensión lógica,
pueden pensar muy similar, por no decir igual, que yo. Por ende, hemos llegado
al pilar que sujeta el Simplicismo: ‘’Todos somos iguales, por lo tanto, es
ilógico pensar que nuestras diferencias
accidentales son trascendentales’’ (entiéndase
trascendentales como ‘’muy importantes’’). En otras palabras, al ser todos
iguales, no tenemos que adentrarnos en un bucle del pensamiento retorcido,
complicando la personalidad de las personas y tratándolas como seres inescrutables,
ajenos totalmente a nosotros.
Si a nosotros nos gusta la
música clásica pero a nuestro amigo le causa indiferencia e inclusive,
aburrimiento (diferencia accidental sobre una Cuestión de gustos), no
quiere decir que sintamos de modo diferente ni tengamos que dejar de ser amigos
por nuestras diferencias que no son para nada trascendentales. No nos hace ser
personas más sensibles el hecho de escuchar música clásica, pues esa afirmación
es más bien pedantería que buen gusto.
Por eso, no debemos
complicarnos, debemos ser simples en este tipo de cuestiones mentales.
No debemos intentar ver más allá de una pared sólida de roca, pues lo único que
podemos conseguir es cruzar los ojos y conseguir dolores de cabeza. Tenemos que
aprender a saber cuándo pensar de verdad y cómo pensar.
Pues ¿acaso no dijo un
gran filósofo que el hombre es un lobo para el hombre, ‘’homo homini lupus’’?
La razón por la que las personas nos vemos como lobos, como enemigos constantes
que debemos intercambiar de manera continua miradas furtivas y agresivas para
marcar el territorio cual instinto animal, dominándonos, es que nos adentramos viciosamente en bucles de pensamientos retorcidos,
de forma inconsciente, sin controlar la mente y adentrándonos en bosques
oscuros repletos de asfixiante follaje que nos anestesia y no nos deja ver la
verdad, lo más lógico, la simple realidad, tomando en su lugar sendas más
complicadas, que no solo perjudican a uno mismo, sino que por extensión afecta
a todos lo individuos.
La siguiente frase puede
ser tratada como el lema del Simplicismo y resume muy brevemente todo lo dicho
hasta ahora: ‘’La vida
no es complicada, es muy simple; somos nosotros, las personas, la que la
complicamos’’.
Somos los seres humanos
que con nuestra útil,
maravillosa e infinita capacidad
mental para pensar y crear juicios, llegamos a tergiversar la vida, a las demás
personas e incluso a nosotros mismos, sin conocernos tan siquiera. No queremos
decir EN ABSOLUTO que desde este punto tengamos que
dejar de pensar y esforzarnos para encontrar la felicidad, cayendo en la
ignorancia. TENEMOS que pensar y es NECESARIO para poder avanzar como personas, para
cultivarnos, para saber opinar y crear juicios por nosotros mismos y ser
capaces de que nadie nos controle la mente. Tener autonomía, y autoconciencia
plenas en nosotros mismos, sin dejar que nadie nos ‘’maneje’’ como títeres a su
libre albedrío. DEBEMOS tomar elecciones por nosotros mismos y
decidir si algo es bueno o es malo y tener personalidad para comunicar estos
pensamientos tan necesarios para hacer avanzar el mundo, vencer la injusticia
que nos atemoriza y confeccionar el conocimiento mundial, cuyos tejedores son
las personas en sí, cuyo aporte es imprescindible y único en cada individuo. Y
cómo no, no debemos caer en el rechazo de la Metafísica (como hizo Hume), pues
son pensamientos que nos caracterizan como ser humanos, con la capacidad de
pensar cuestiones inescrutables, y con la posibilidad de maravillarnos a causa
de estos inescrutables ‘’secretos de la vida’’, la cual cosa es bellísima y nos
cultiva mentalmente y como personas.
Por lo tanto, el Simplicismo no busca perjudicar ni controlar a
nadie, pues es un acto plenamente de voluntad, con el único objetivo de
intentar que el ser humano ‘’sepa
pensar’’ de una manera clara,
lógica, sin tergiversaciones ni retorcimientos y de una manera simple.
Siguiendo todos estos métodos y principios, contemplaremos que en realidad, la
vida es muy simple y que, en su extensión, los seres humanos son también muy
simples.
Ahora bien, seguramente
que el lector, de nuevo, se ha evadido un instante de la lectura de manera
inconsciente para visualizar un país como la India, extremadamente pobre, donde
la gente tiene que vivir de manera inhumana, siempre atentos al peligro,
sobreviviendo duramente al crudo día a día. Al ver tal imagen mental, el lector
nos pregunta retóricamente ‘’¿al contemplar eso no creo que sigáis pensando que
la vida es tan fácil?’’ pero nosotros le contestamos que, por muy falaz,
hipócrita, insensible y burdo que suene, la verdad es que seguimos pensando que
la vida es extremadamente simple.
El hecho de que esta
situación es muy simple se resume en que nosotros, aleatoriamente, hemos nacido
en una comunidad muy pacífica, con avances tecnológicos elevados que nos
permiten consumir tiempo para pensar en esto que estamos pensando, que no es de
una necesidad prioritaria, mientras que en esa parte del mundo, una pobre
persona ha nacido, aleatoriamente, en un país retrasado tecnológica, mental y
culturalmente, donde hay clases sociales muy diferenciadas, en las cuales unos
viven en una riqueza de pomposidad excelsa y otros en la pobreza y miseria
absolutas.
Eso es todo lo que se
puede decir sobre ese tema, nada más. No podemos responder más certeramente.
Aun así, complicarnos más preguntándonos ‘’por qué nosotros sí y ellos no’’ o
‘’por qué no cambian las cosas’’ son cuestiones necesarias para mover y mejorar
el mundo con el objetivo de conseguir que esta situación cambie, donde la gente
que busque una igualdad intente manifestarse en contra de semejante injusticia.
Por lo tanto, aunque son cuestiones sin ninguna respuesta (pues es una
situación arbitraria forjada a lo largo de las centurias) son preguntas
necesarias.
Pero analicemos en
profundidad estas dos preguntas. Ambas se cuestionan dicha injusticia
como hemos dicho y son cuestiones que no tienen respuesta directa a tal
pregunta. No podemos responder el ‘’por qué’’, pues es un hecho arbitrario y la
propia cuestión va más allá de lo lógico. Somos incapaces de responder esta
pregunta, pero sin embargo, podemos responder no a la pregunta en sí, sino al
sentimiento que ha desencadenado la pregunta, es decir, responder al
sentimiento de injusticia que nos ha inundado al pensar en este tema, para
aplacar la angustia de este sentimiento e intentar alcanzar la felicidad
otorgando la felicidad a los demás. Esto se consigue diciendo ‘’manifestémonos
por el bien de estas personas’’. Aunque la gran mayoría de gente decidirá no pasar
de la pregunta y no llegar a ese extremo que le puede perjudicar a él mismo,
cosa totalmente respetable, pues no quiere perjudicarse a sí mismo, la cual
cosa ni lo convierte en mala ni en buena persona, solo neutral. Así mismo, al
pensar estos pensamientos, automáticamente se desencadenaran respuestas como
‘’porque la gente es mala y ambiciosa’’, la cual aun al parecer una respuesta
lógica, no lo es, pues desencadena otra pregunta seguidamente, que es ‘’¿por
qué la gente es mala y ambiciosa?’’; preguntas igualmente necesarias, pero
inútiles, pues ya hemos demostrado que ser malo y ambicioso es tener un campo
mental con carga psíquica elevada, ya que hacer
el mal es más difícil que hacer el bien (explicaremos
esta afirmación tan rotunda e importante posteriormente).
Habiendo expuesto esto
hemos querido demostrar lo que afirmamos en los párrafos anteriores. Hay pensamientos retorcidos como éstos, que son buenos y necesarios para mover el mundo, pues siempre
habrá gente que intente ayudar a otras personas, y sin haber pensado antes este
tipo de cuestiones no sería capaz de ayudar a nadie.
Pero nosotros nos
centraremos en aquellas preguntas que realmente nos aturden como personas,
bloquean nuestros objetivos y hacen que no avancemos ni individualmente ni colectivamente
como parte contribuyente en el mundo. Por ende, distinguiremos de ahora en
adelante dos tipos de
pensamientos retorcidos:
- Los pensamientos
retorcidos buenos o necesarios, cuya reflexión
desencadena una respuesta diferente a la primigeniamente pensada, pero que
ayuda a mejorar el mundo y a avanzar como personas individuales y colectivas
(como pensar en el porqué de las injusticias sociales).
- Los pensamientos retorcidos
malos o basura, cuya reflexión desencadena una respuesta siempre errónea, que
nos bloquea como personas y no ayuda a hacer avanzar el mundo hacia mejor, sino
que detiene su giro e incluso lo invierte a peor (como el chismorreo o la
búsqueda de pelea sin razón lógica ni trascendental, por ‘vicio’’).
Dicho esto y explicados
los primeros, centrémonos ahora en los segundos pensamientos, objeto de nuestro
interés.
¿Cuántas veces no habremos
pensado mal de una persona? ¿Cuchicheando, rumoreando, insultando a otras
personas con o sin su presencia? ¿O cuantas formas de evitar mirar, hablar o
saludar a un vecino habremos inventado en nuestra comunidad al sentir un
sentimiento de rencor mezclado con miedo que no podemos explicar al
encontrarnos con alguno de estos, que nos hace sacar las garras como animales
defendiendo su territorio? Si usted no ha sentido nada de esto, enhorabuena,
pues es usted un santo o un magnífico mentiroso.
De cualquier manera, esos
sentimientos del día a día, comunes en todos nosotros, los hemos ido
manifestando a lo largo del tiempo a causa de factores como el carácter de la
población en la que vivimos, la familia o los accidentes que nos caracterizan
individualmente. Ciertamente una mala costumbre, pues estos sentimientos y las
acciones que desencadenan estos no nos proporcionan satisfacción, no nos dan
felicidad ni a nosotros ni a nuestros congéneres cercanos. Pero sabiendo esta
frustración, seguimos pensando retorcidamente estos pensamientos basura,
viciosa y morbosamente, por una cuestión de dejarnos llevar por el bucle del
pensamiento retorcido y en gran parte por nuestro instinto animal.
No queremos decir que
debamos eliminar nuestro instinto
animal, pues es algo necesario, ya que sensaciones típicamente animales,
como el miedo, la rabia o la cautela, son imprescindibles para sobrevivir al día a día, pero la
cuestión es que no debemos dejarnos llevar por este instinto, pues los seres
humanos tenemos la mente más poderosa y compleja de entre todos los seres vivos
de este planeta y debido a que vivimos en sociedad, debemos intentar usar al máximo la mente, nuestra Razón, ya que los pensamientos retorcidos basura surgen de la combinación de los Instintos y la Razón
Impura* (es decir, la parte
de la Razón con la que somos capaces de realizar actividades como seres
humanos, como especie, la que simplemente nos permite llevar a cometido las
acciones que son primeramente impulsadas por los Instintos), de manera siempre inconsciente, mientras que los pensamientos retorcidos necesarios surgen si y solo si utilizamos la Razón, más en concreto la Razón Pura** (aquella que permite superar lógica y
razonadamente a los Instintos, donde puede participar la Razón Impura para dar a cometido los pensamientos
creados por la primera), sin intervención de los Instintos, de manera siempre consciente.
* Ante la complejidad de
lo recién expuesto, debemos aclarar que la Razón está compuesta de dos partes muy diferenciadas. Una es la Razón Impura, que solo se
encarga de llevar a cometido acciones, sentimientos y/o pensamientos
provenientes de los Instintos y de la Razón Pura, de manera
independiente e indiferente a ser considerada como Razón en si, pues es la
parte ‘’no pensante’’ del ser humano, la que simplemente
hace actuar el cuerpo para hacer cumplir las ‘’ordenes’’ (sentimientos y/o
pensamientos) de los Instintos o de la Razón Pura, mientras que la
Razón Pura es la parte ‘’pensante’’ del ser humano y es independiente (al contrario de la Razón Impura, que
depende de los Instintos o de la Razón Pura para actuar), con la cual somos
capaces de crear juicios razonables y buenos para superar a los Instintos y que de esta manera,
la Razón Pura pueda mandar ordenes a la Razón Impura para que la Razón
prevalezca sobre los Instintos y se puedan llevar a cometido los Pensamientos Necesarios y evitar caer en los Pensamientos Basura.
** Ahora bien, el lector
se preguntará si es necesario que para llevar a su cometido las acciones que
impulsa los Instintos, necesariamente tienen que comunicarse y pasar por la
Razón Impura. ¿Eso quiere decir que los animales salvajes, que solo se mueven
por los Instintos y sin aparente Razón son una excepción de la regla? No, por
supuesto. Todos los animales y otras especies de seres vivos que tengan un
sistema cerebral (es decir, que tengan cerebro y nervios, pues las plantas y
sus tropismos no son reacciones neuronales, así como bacterias y otros tipos de
células sin sistemas nerviosos complejos, cosa que les hace no tener ni Razón
ni Instintos, se mueven o sobreviven por inercia, simplemente para cubrir la
misión más básica de la vida, sobrevivir) tienen además de Instintos, Razón y
por ello, los Instintos tienen que pasar por la Razón Impura para que sean realizados.
Pero entonces, ¿tienen Razón Pura los animales? Por supuesto que sí, solo que no lo tienen tan
desarrollado como nosotros, pues los hechos de la evolución, de forma
arbitraria, han dado a resultar su falta de necesidad a desarrollar esta parte
de la Razón, pero sí desarrollando otras cualidades físicas como garras, tamaño
o sentidos más afines y precisos.
Aclarado todo esto,
afirmamos definitivamente que es a causa del Instinto animal que acometemos conductas que no
tienen lógica alguna, pero que, por vicio (es decir, por el dejarse llevar por los Instintos o lo que es lo mismo, no utilizar la Razón), las llevamos a su
comisión, la cual cosa acarrea un acto
erróneo por parte nuestra,
hacer una cosa que a nosotros no nos gustaría que nos hicieran.
Verbigracia, el simple
hecho de mirar con desprecio a otra persona por creerse superior a susodicha
(craso error, pues TODOS los seres humanos somos iguales, seamos del sexo que
seamos, de cualquier zona del mundo en la cual nazcamos y de cualquier familia
en la cual seamos engendrados) es una acto
erróneo, pues el ‘’supuesto superior’’, siguiendo sus Instintos, compite
para marcar su territorialidad, su superioridad, y mediante la combinación de
la Razón Impura (la cual hace llevar estos Instintos a su cometido ‘’humano’’,
es decir, la mala mirada) lleva estos sentimientos típicamente animales a su cometido humano, que es la mirada de
desprecio en si.
Esta acción hace sentir
mal al que es rechazado con esta mirada y el autor de dicha mirada, aunque le
cause una subida de adrenalina estimulante y placentera el hecho de haber
marcado con éxito ‘’su territorio’’ (imaginario e irracional), es consciente
que le hace un mal a otra persona, le da infelicidad, hace algo que no le
gustaría que le hicieran a él y por lo tanto, al fin y al cabo, no le otorga
una verdadera felicidad, sino unas simples dosis e inyecciones de impulsos
químicos placenteros momentáneos y que desaparecen al poco tiempo (y que a la
larga, desencadenará en remordimiento). Por eso, la felicidad no es un impulso
químico, sino un estado mental
puramente racional, que no se debe confundir con los placeres químicos
momentáneos y espontáneos (aunque a veces puedan ir ligados), pues no se debe
confundir la felicidad con algo tan minio y temporalmente instantáneo como un
placer químico, aunque a veces, en contadas ocasiones, los placeres químicos
son desencadenantes de la verdadera felicidad y viceversa.
Por eso, DEBEMOS DE UNA VEZ POR TODAS cambiar la típica afirmación o
definición de felicidad que la mayoría de personas tiene incrustada en la
cabeza, como la obtención de placeres, sean o no a costa de otros, pues la
felicidad no es un placer, sino un objetivo, una manera correcta de vivir como seres humanos, como
personas, para así vivir en armonía con nosotros mismos, con el resto de
personas y para liberarnos de toda carga mental innecesaria, viviendo bien, sin
remordimientos, tranquilos, y así pudiendo cumplir todos nuestros objetivos que
nos propongamos de manera adecuada, tranquila y precisa.
Volviendo al ejemplo
anterior, si vivimos en sociedad, es decir, no tenemos necesidad de pisarnos ni
superarnos violentamente los unos a los otros, sino que debemos mantener la paz
siempre para no romper esta estructura social, ¿por qué razón debemos atacar y
amenazar con la mirada a otro ser humano social? La respuesta no la
encontraremos, ya que no hay razón para acometer tal hecho.
Todo es más simple.
Siguiendo el Principio del
bien y del mal, aplicamos aquello que sea bueno para nosotros a todas las
otras personas, para no generar conflicto; ser seres humanos y no dejarnos
llevar por los Instintos, haciendo felices a los demás para ser felices
nosotros mismos.
Ahora bien, esto es
aplicado a un hecho muy particular e irrisorio como una mala mirada, pero es
también aplicable a gran escala, para cualquier cosa y acción vital. Por
ejemplo, aquellos gobiernos represores que privan de la libertad a los
habitantes de los países que rigen son gobiernos malos, que están establecidos
para que unos pocos, gracias a la infelicidad de muchos, puedan salir
beneficiados de manera material (mediante impulsos químicos banales y
temporales que no tienen que ver con la felicidad, como antes hemos
rotundamente afirmado), con riquezas incontables, engañando al resto de
personas; haciendo algo que no gustaría que se le hiciese a uno mismo.
Así mismo, un gobierno
corrupto y engañador, como el que tenemos en nuestro país (decimos esto sin
miedo a críticas, pues es la verdad), los líderes viven en su ‘’falsa felicidad’’ perjudicando a los demás para arreglar
una situación de crisis en vez de equilibrar como debe de ser e igualarse en
beneficios y privilegios a todo el mundo y no querer hacer infeliz a todo el
mundo para el ‘’beneficio’’ de unos pocos, que no viven en armonía, sumidos en
el remordimiento en su cáscara de ‘’falsa felicidad’’.
¡Todo es más
simple! ¿Por
qué dijimos antes que es más fácil hacer el bien que el mal? Pues por la simple
razón de que para hacer el mal, tenemos que maquinar si no cientos, un generoso
número de planes para conseguir un objetivo: la ‘’falsa felicidad’’, dando
infelicidad a unos para el beneficio de otros o para uno solo (cosa que no
otorga al primero felicidad verdadera, sino placer momentáneo, temporal),
haciendo cosas que no nos gustaría que nos hicieran, cosa que requiere una
maquinación que nos hace sentir un calor incómodo en la frente.
Sin embargo, para hacer el
bien solo hay que hacer una sola y simple cosa: no hacer nada a otra persona que te
pueda hacer infeliz a ti. Ni
maquinar planes, ni difíciles procesos. Solo un paso. ¡Tan simple como eso!
Hay que ver qué es lo
injusto y que es lo justo y eliminar lo primero para que SOLO prevalezca lo
segundo. Esto solo se consigue siguiendo un paso. Un paso que, como hemos dicho
antes, es un paso de sinceridad
personal máxima con uno
mismo. Saber qué es lo malo y lo bueno, aplicando ‘’El Principio’’…
y ya está.
Ahora bien, habrá mucha
gente experimentada en la vida, que haya vivido muchas vivencias injustas y
malas, y haya caído (con mucha razón, pero no con toda ella) en un estado de
ver a todo el mundo como lobos, donde no hay que fiarse de nadie y hay que
vivir para el beneficio de uno solo, pues nadie da nada, todo el mundo es
egoísta y malo. Esta situación, muy verdadera, se debe remediar. Hay que
cambiar la mentalidad de la gente, de cada persona por individual. No somos
lobos, somos personas, seres humanos sociales. Tenemos que abandonar la fiereza
en nuestros ojos, debemos vernos como todos iguales, personas, ser conscientes
que buscamos la felicidad todos por igual y que, aunque la felicidad sea algo egoísta,
el camino para conseguirla no lo es en absoluto: es un camino social.
La máxima felicidad es
estar en armonía con todo el mundo para que ningún remordimiento, ningún mal
pensamiento ni ningún mal recuerdo nos pueda afectar negativamente y nos haga sufrir,
para que así podamos conseguir nuestros objetivos con naturalidad, tranquilidad
y con un esfuerzo gratificante y no malsufrido.
¡Seamos nosotros mismos
los que pensemos, como dueños de nuestras acciones y pensamientos que no son de
nadie más sino de nosotros solos, para ser felices cada uno y dar la felicidad
a todos, consiguiendo la felicidad propia verdadera, sin la mediación de algo
que no sea nosotros mismos, los seres humanos; solamente con nuestra Razón, sin
la participación de algo más ‘’elevado’’ que nosotros!
Tan simple como eso.
Aplicarlo a las relaciones personales e interpersonales, a la política, al
trabajo, al arte… en resumen: a la vida en si.
Parece un hecho utópico,
imposible de conseguir, pero debemos aspirar a conseguirlo, cual artista busca
la perfección inalcanzable a todas sus piezas; sabe que es imposible, pero él
se empeña sin cesar, pues sabe que es lo correcto, pues sabe que ello le hace
feliz.
Es por ello que
debemos empezar desde YA a enseñar a nuestras futuras generaciones esta forma
de pensar, para que se pierda el tópico ‘’homo
homini lupus’’, y lograr que nadie sufra en este mundo. Espero poder en
otra ocasión extenderme para explicar, de forma pedagógica, cómo enseñar a un
niño no solo esta teoría, sino una buena conducta, en otra pequeña obra pues es importantísimo una buena
educación de los niños desde su nacimiento. Pero por ahora, debemos
considerar esto:
La vida es muy simple,
somos nosotros, las personas, las que la complicamos. ¡Dejemos de ser injustos!
¡Que los poderosos dejen
de someter a los afligidos! ¡Que todos sus méritos sean conseguidos por su
esfuerzo y no por la infelicidad de los demás!
¡Dejemos de vivir en un
campo de minas e intentar empujarnos los unos a los otros para sobrevivir!
Unámonos todos, como un
todo, y dejemos las luchas, las guerras, las injusticias y seamos ambiciosos
por la paz, seamos ambiciosos por la felicidad verdadera. Dejemos atrás las
miradas dañinas, las dictaduras capitalistas, comunistas y nacionalsocialistas
y miremos a un mundo mejor; desde la persona más ‘’poderosa’’ de esta tierra,
hasta el más dolido que reside en ella, pasando por todos los que están en el
poder de cada país.
Que todos y cada uno de
ellos sean conscientes del mal que han hecho y que lo cesen definitivamente,
sean sinceros con ellos mismos y hagan felices a todo el mundo, pues así ellos
mismos serán verdaderamente felices. Dejemos la maldad de una vez por todas.
Respetémonos por igual. Nunca hagamos algo a alguien que nos pueda hacer
infelices a nosotros. Busquemos nuestra felicidad con la felicidad de los
otros. De esta manera acabaremos con el hambre, con la miseria, con la
desigualdad, con la guerra, con la maldad.
Pues la vida es muy simple.
Todo es muy simple. Todos somos iguales. Solo hay que buscar la felicidad para todos.
(Dedicado a mi gran profesor de Filosofía,
Joan Carles Alzamora (IES Joan Maria Thomàs), que con tanta pasión me ha
enseñado los secretos inescrutables de esta maravillosa y apasionante
disciplina.)
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